La Esfinge y el Soñador
En una noche sin luna, un soñador atravesaba el desierto, exhausto y sediento. En el horizonte se alzaba la Esfinge, silueta de piedra y luz estelar. Al acercarse, no habló en voz alta, sino que penetró directamente en sus pensamientos:
“¿Qué sueño te atreves a vivir – y cuál es solo una ilusión que te paraliza?”
El hombre tembló, pues no era un enigma de palabras, sino de su propia alma. Ante él aparecieron las imágenes de sus deseos: fama, amor, inmortalidad. Pero cuanto más las miraba, más se desdibujaban. Al fin dijo:
“El verdadero sueño no es la imagen que imagino, sino el camino que recorro.”
La Esfinge inclinó su gran cabeza, y por un instante pareció menos bestia que espejo. Cuando él continuó su marcha, comprendió: la mayor prueba no era el enigma, sino el valor de enfrentarse a sí mismo.«La verdad es la llave, pero la pregunta es la guardiana».