Según la mitología, Argos era un hombre enorme con cien ojos, la mayoría de los cuales estaban siempre despiertos y algunos dormidos. Se le consideraba extremadamente vigilante y era conocido por observar todo lo que le rodeaba sin perderse nada.

Hera confió a Argus la tarea de custodiar a la ninfa Io. Io era amante de Zeus. Estaba celosa y quería asegurarse de que la infidelidad de Zeus no pasara desapercibida. Convirtió a Io en una vaca para ocultarla de los ojos de los demás.

Argus fue nombrado guardián de la supuesta vaca Io. Constantemente la vigilaba con sus cien ojos para asegurarse de que no escapaba o era visitada por Zeus.

Para salvar a Io, Zeus envió al dios Hermes a matar a Argus. Hermes tocó su flauta y le contó al gigante una historia cautivadora. Argus se adormiló poco a poco y, cuando se durmió, Hermes lo mató y liberó a Io.

Al mismo tiempo, la diosa también era considerada muy vanidosa y preocupada por su aspecto.

El cuerpo de Hera se describe como esbelto y alto. Sin ser demasiado menuda, su cuerpo estaba bien formado.

Con su prominente mentón, la diosa demostraba su determinación.

Hera se distinguía por su diadema real, que llevaba en la cabeza, y por su cetro. Utilizaba ambos utensilios para demostrar su dominio.